Museo Catedralicio y Expo Occidents
Los premios Core77 reconocen la excelencia en todas las áreas del diseño, divididas en 17 categorías en las que compiten diseñadores gráficos, arquitectos, escritores y artistas de los cinco continentes. El jurado de la categoría Interiores y Exposiciones, presidido por Andrés Mier y Terán, estaba integrado por los arquitectos mexicanos Mauricio Lara, Michel Rojkind, Carla Fernández y Sebastián Lara.
Los miembros del jurado valoraron en Occidens el equilibrio entre lo histórico y lo nuevo, la creación de nuevos espacios que respetan y contrastan con la historia de la Catedral de Pamplona hasta el punto de que el legado histórico del edificio se potencia gracias al contraste con la moderna exposición. Occidens es toda una invitación a descubrir la historia de Occidente; un viaje experimental a las distintas etapas de nuestra historia de la mano de las nuevas tecnologías. Vivir en primera persona la batalla de las Navas de Tolosa, escuchar las voces de los monjes de Leyre cantando gregoriano o ver los restos arqueológicos que esconde el suelo de la Catedral son algunos de los atractivos que ofrece Occidens.
Más de 4.500 m2 distribuidos en doce salas situadas en el museo diocesano que redescubren la seo navarra y sus tesoros. La estética de Occidens se aleja mucho de la imagen habitual que tenemos de un museo diocesano y de una catedral. Se accede desde la cillería de la catedral, uno de los pocos restos que quedan del edificio románico. En su interior, el visitante encuentra una pasarela de acero que recorre toda la exposición y desde la que puede contemplar hologramas, proyecciones 3 D y espejos que nos muestran ángulos ocultos. Tras una breve introducción, que incluye una maqueta de la catedral de Pamplona, el itinerario continúa por el espléndido claustro gótico de la catedral y se dirige a las salas dedicadas a la Edad Antigua (312-712).
Catedral de Santa María la Real de Pamplona - Parte 3 - Final
En la denominada sala de arqueología, el visitante puede contemplar algunos de los restos arqueológicos hallados, mientras los arqueólogos trabajan en las excavaciones. Entre los materiales expuestos destacan los vestigios de un poblado vascón prerromano, cuya estructura original se reproduce en una pantalla mediante la técnica de la realidad aumentada o los restos de un niño sietemesino que murió y fue enterrado en el siglo II a. C.
La siguiente etapa de la muestra se centra en la Edad Medieval (712-1512) y aborda temas como la reforma gregoriana, el románico y el gótico. Uno de los atractivos de Occidens es que su contenido se presenta al público de manera real y auténtica: se escucha el canto gregoriano de los monjes del monasterio de Leire y, para sumergir al visitante en plena batalla de las Navas de Tolosa, se proyecta un vídeo que le rodea de humo y le adentra en la dureza de los enfrentamientos.
Tampoco faltan obras de arte y piezas religiosas que forman parte de la colección del museo diocesano. La exposición continúa con los logros y encrucijadas de la Edad Moderna (1512-1812) y concluye con los cambios experimentados en la Edad Contemporánea (1812 hasta la actualidad). Como broche final al recorrido se plantea una reflexión sobre los valores que se enumeran en Occidens: democracia, estado de derecho, libertad de las conciencias, la moral del amor, derechos humanos… También gracias a Occidens se puede acceder a documentos únicos. En la exposición se han instalado dos dispositivos, similares a una tableta electrónica pero de mayor tamaño, donde se pueden ver algunos de los documentos más antiguos y bellos del archivo catedralicio.
A pesar del derrumbe parcial de la catedral románica en 1390, la iglesia mantuvo intacta su fachada, construida en dicha época y de escaso valor y falta de simetría, pues sus torres eran desiguales. De esta primitiva fachada únicamente nos queda el dibujo de la planta, en un plano de Ventura Rodríguez de 1783, cuando iba a ser sustituida por la actual, y algunas tallas que se conservan en el museo de Navarra.
En el siglo XVIII las pretensiones del Cabildo de dotar de una portada digna a la iglesia catedral, vieron por fin la luz. Había sido una constante a lo largo de los siglos pero hubo que esperar hasta finales del siglo XVIII para que definitivamente se acometiesen las obras. Tras recibir una serie de diseños, todos ellos tardo-barrocos, el Cabildo decidió pedir consejo a Felipe García de Samaniego, a quien encargó la labor de ponerse en contacto con la Real Academia de San Fernando, la cual rechazó todos los diseños y propuso que se le encargase a Ventura Rodríguez, que por entonces era un gran exponente del nuevo estilo academicista, así como el director de la susodicha institución.
El Cabildo finalmente le encargó el diseño y éste presentó el anteproyecto de la fachada que hoy vemos construida, el 5 de febrero de 1783. Su ejecución la llevó a cabo Santos Ángel de Ochandátegui, por expreso deseo de Ventura Rodríguez. Nos encontramos ante una composición tripartita, frontis clásico entre dos torres laterales. A pesar de ser una ruptura total con el interior y de tapar por completo su morfología, no descuida ni sus proporciones ni su iluminación, manteniendo los rosetones para iluminar las naves.
Es una composición totalmente academicista, con su frontón tetrástilo pareado en profundidad, levemente adelantado al resto y separado en un podium con escaleras. Las columnas de fuste liso, descansan sobre plinto y basa ática, con capiteles corintios, y soportan un entablamento con su arquitrabe, un friso liso, cornisa y un frontón de grandes dimensiones con el escudo del Cabildo de la ciudad como único adorno. Sobre este cuerpo se levanta un segundo retranqueado, sustituyendo las columnas por pilares adosados al muro, incluyendo en su centro el rosetón y rematado todo ello por un nuevo frontón de las mismas dimensiones que el inferior, sin decoración, y coronado por una cruz y dos ángeles a ambos lados en posición oratoria y dos flameros.
Los cuerpos laterales sirven como unión entre el frontón y las torres. Lo hacen de forma sencilla, con formas cuadrangulares, en los que lo más destacable son dos barandillas pétreas. Las torres están divididas en tres cuerpos.
El inferior con paramentos desnudos y dos grandes ventanas, una de ellas con frontón sobre ménsulas. Rematado el conjunto con un entablamento de cornisa volada, pasa a un segundo cuerpo igualmente desnudo con un entablamento en su base y un reloj de sol en la torre norte y uno mecánico en la sur como únicos adornos, que encajan con las dimensiones del rosetón central. El tercer cuerpo, el de campanas, tiene un desarrollo ochavado. Con flameros en las esquinas y columnas compuestas enmarcando los vanos, que están rematados con arcos de medio punto, siendo los de los ángulos de menor tamaño.
Sobre ello un volumen cilíndrico rodeado por ocho flameros y encima un remate en forma de campana. Este diseño se enmarca dentro de la última etapa de este arquitecto que había ido abandonando paulatinamente el gusto por lo recargado tan propio del barroco. Él mismo destaca que la fachada tiene los elementos justos y necesarios para ser hermosa y destaca también la proporción de sus partes y del conjunto. El diseño original de Ventura Rodríguez incluía un altorrelieve de la Virgen María sobre la puerta principal, que hoy en día podemos contemplar, realizado en 1798 por Julián San Martín,así como seis esculturas que nunca llegaron a realizarse por la falta de medios económicos por parte del Cabildo. Estas eran las de San Pedro y San Pablo en los nichos del atrio, y sobre el frontón inferior, cuatro esculturas de santos navarros.
Todas ellas subyugadas a la arquitectura, algo contrario a las primeras creaciones barrocas de Ventura Rodríguez. El atrio que se encuentra ante la fachada, y que con sus pilares rematados con jarrones y unidos por verjas de hierro, cierra la plaza que delimita, fue una idea y diseño de Ochandátegui, que propuso su construcción al Cabildo para definir y mejorar el espacio que se encontraba ante la nueva edificación. Toda la fachada, interior de las torres, casa del campanero, campanas y el atrio, está siendo fruto de una profunda restauración en la actualidad (2010). Además de la consolidación de elementos pétreos, sustitución de partes dañadas o perdidas, limpieza y protección de todo el conjunto, se está construyendo un museo en el interior de lo que fue la casa del campanero para dar a conocer mejor dicha edificación.
Capilla Barbazana Aunque los primeros datos documentales sobre su construcción son de 1378, por su disposición, unión con el tramo Este del claustro (donde se halla) y mismo trabajo en la decoración, cabe pensar que se comenzó al mismo tiempo o próximo al comienzo de las obras del claustro gótico, finales del siglo XIII. Actualmente y desde hace varios siglos, se usa como capilla y alberga el sepulcro del obispo Arnaldo Barbazán (que promovió su construcción).
Pero en origen, por su situación en el claustro, su suntuosidad y por la disposición de puerta y ventanas en el muro que da a dicho claustro, está claro que su función debió ser la de sala Capitular y ha sido sede judicial. Consta de una cripta y sobre ella la capilla propiamente dicha, que se habría creado para salvar el gran desnivel del terreno.Es de base cuadrada, con un pilar octogonal en su centro con capitel liso del que parten ocho arcos que dividen la bóveda en cuatro tramos de crucería simple. Estos se sitúan a unos 6 m. del suelo.
Actualmente sirve como enterramiento y posee diferentes nichos adosados al muro en el que descansan varios obispos de Pamplona. A la estancia a nivel del claustro, encima de la susodicha cripta, donde se halla la capilla, se accede desde el claustro por una amplia puerta flanqueada por dos grandiosos ventanales decorados con finas tracerías, algo muy usual en las salas capitulares construidas en ese siglo.
En su interior nos encontramos una planta cuadrada que a cierta altura pasa a ser octogonal por medio de la inserción de trompas de ángulo. Está cubierta por una bóveda de estrella de ocho puntas, con un intrincado conjuntos de terceletes, ligaduras y nervios, unidos en algunos casos por ocho pequeñas claves y en el que destaca la clave central con un relieve policromado de la Virgen. La bóveda descansa sobre unas ménsulas adosadas al muro que representan animales.
En los muros nos encontramos dos grandes ventanales, uno frente a la puerta, y otro en el lado de levante. Ambos en la parte central y a una considerable altura. Al exterior nos presenta como un potente torreón prismático de cuatro caras, con robustos contrafuertes (doce), rematados por unas pirámides a modo de pináculos, destacando uno por su mayor tamaño y altura, que alberga en su interior la escalera de caracol. La capilla está rematada entre los contrafuertes con una airosa galería de arcos apuntados bajo un tejado, aunque en su día debían estar al aire libre por la disposición de sus elementos. Antiguamente se encontraba en su interior un retablo manierista que ahora se halla en una iglesia madrileña, y dos retablos laterales que se encuentran hoy en día en el interior de la catedral. En su lugar se colocó la Virgen del Consuelo, talla gótica del primer tercio del XIV, procedente del Refectorio.