De este claustro primitivo se conservan algunos capiteles magníficamente labrados  en el Museo de Navarra. Son reconocibles tres etapas constructivas, que se atienden a su vez  a cambios morfológicos y evoluciones en la solución de la decoración de ciertos elementos.  Las obras debieron comenzar por el lado Este, en el que las tracerías son más sencillas, y  continuó el avance por el lado Norte, Oeste y finalmente el Sur, donde observamos una mayor  complejidad en el diseño de las mismas.

Es un claustro cuadrado, con un muro perimetral sobre el que se abren diferentes puertas, y a su interior, una serie de ventanales de arcos apuntados divididos por tres maineles que descansan en un zócalo y que soportan diferentes tracerías, separado cada tramo al interior por un contrafuerte rematado en pináculo, y sobre los arcos, la mayoría de ellos presenta un gablete que sobresale del muro.

Cada lado del claustro tiene seis tramos que dan al jardín interior del mismo, unidos todos ellos en sus esquinas por un tramo compartido entre cada dos galerías, con la peculiaridad que entre la Sur y la Oeste se encuentra un tramo insertado en la zona del jardín que alberga un lavatorio.
Por tanto, sin contar este tramo, puesto que no forma parte de las galerías, tenemos un total  de 28 tramos en total. En los maineles de las ventanas se adivina una influencia  probablemente de Normandía. Se comenzó por el ala Este. El diseño de sus tracerías es el  más antiguo, y la calidad de sus tallas difiere, lo que hace suponer el paso por diferentes  manos. Las claves mantienen una unidad hasta parte del ala Norte, en las que enmarcadas en  una orla, vemos alusiones a trabajos relacionados con los distintos meses del año.

Las enjutas del lado Este no se realizaron hasta años después, cuando toda ella ya había sido  concluida, para homogeneizarlo con el nuevo diseño del resto de los tramos. A la segunda  etapa se debe la ejecución final del tramo norte y del tramo Oeste con el lavatorio. Asimismo  cabe pensar que son de esta misma época las puertas del Refectorio, que se construyó en  1330, y la del Amparo, que daba acceso a la iglesia.

Ésta última está flanqueada por hermosas tracerías adosadas al muro. Por todo el muro  interior recorre un zócalo de igual estilo que el que se encuentra bajo las ventanas. En este  tramo hay un ligero cambio en el diseño de los pilares y también cambian los diseños de las  claves. Las tracerías del ala Norte, alternan el diseño de la Este con otro más complejo.  Además, están rematadas con un gablete que vuela por encima de las bóvedas.
El tramo Oeste presenta una misma tracería con una característica forma de cruz en su centro,  y gablete por encima de la bóveda, al igual que el tramo Sur. Éste último pertenece a tercera  etapa de construcción del claustro. Se observa el enrevesamiento de las formas, su mayor  finura y una mayor complejidad en el conjunto de las tracerías de dicho lado. Una cuarta  etapa vendría a suponer la adecuación de partes ya terminadas, así como la unificación de  ciertos diseños decorativos, aunque el claustro ya estaba terminado en cuanto a su estructura.  Los capiteles presentan dos tipos diferenciados de representaciones, por un lado las  figurativas y por otro las vegetales.

Con lo que respecta a las figurativas, en las alas Norte y Este, abundan los capiteles  historiados con animales reales o fantásticos y personajes de la vida religiosa o profana,  muchas veces acompañados de diseños vegetales. Las bóvedas de las naves son de crucería  simple, separadas por arcos perpiaños apuntados.

En el centro, así como en los arcos fajones, encontramos claves, casi todas talladas y  policromadas. No se sabe cuando se llevó a cabo, pero debió ser en el siglo XV cuando se  levantó el sobreclaustro. Para ello se suprimieron los pináculos que se encontraban sobre los  antepechos. Únicamente se sustituyeron sus remates por unas pilastras acanaladas a modo  de prolongación del fuste. Se elevaron los muros laterales y se cubrió todo con un liviano  forjado de bovedillas de madera.
Este sobreclaustro, a pesar de haber cambiado la morfología del diseño original de forma  irreversible, ha contribuido en buena manera a su conservación. Aunque no se encuentran in  situ hoy en día, son muy destacables las pinturas murales que decoraban ciertos paramentos  del claustro y que ahora se pueden contemplar en el Museo de Navarra. Una representación  del Árbol de Jesé del siglo XIV, que ocupaba toda la pared del tramo apuesto a la puerta del  Arcedinato, y una imagen del juicio final que se encontraba dentro del nicho del sepulcro de  Sánchez de Asiáin.

Asimismo, podemos ver todavía en el propio claustro la policromía de las claves, así como  restos sobre el relieve de la adoración de los Reyes Magos, en algunos arcos adosados al  muro, en los sepulcros de Asiáin y los Garro (este último mantiene gran parte de dicha  policromía) y en uno de los plementos del tramo contiguo al anterior sepulcro del obispo, hay  una pintura mural que representa las armas de los Evreux, que aúnan las flores de lis y las  cadenas de Navarra. En otro de los tramos vemos unos plementos decorados con una
bóveda azul estrellada. También es destacable la policromía sobre las tallas de la puerta del  Amparo, especialmente sobre los rostros de los personajes del tímpano, a los que confiere  gran expresividad y realismo.
Catedral de Santa María la Real de Pamplona - Parte 2
El refectorio se halla en el lado sur del claustro, en el lado opuesto a la iglesia. Fue  construido entre 1328 y 1335. Está formado por una única nave rectangular de 31 m. de largo  por 10,5 m. de ancho y 13 m. de altura, cubierta toda ella por una bóveda de crucería simple,  con claves decoradas y con escudos heráldicos tanto en las bóvedas como en los arcos  fajones. Al igual que en la nave de la iglesia catedral, presenta unos pequeños escudos en  los nervios, y en este caso también en los nervios de los arcos fajones.

Posee cinco puertas, siendo la más importante la que lo une con el claustro.Dicha puerta  ocupa todo el vano, con arquivoltas figuradas, tímpano esculpido con una representación de  la Última Cena (tema que se relaciona con la función de comedor del edificio) y esculturas a  ambos lados en las jambas. En el interior encontramos ocho largos y estrechos ventanales  con sus vidrieras, además de un rosetón.

Las ventanas tienen la peculiaridad de estar divididas en dos tramos de forma transversal,  cosa muy poco usual y que algunos autores atribuyen a un origen inglés. Tanto las ménsulas  que sustentan la bóveda, como los capiteles de las ventanas, están profusamente decorados  con tallas de animales y personajes.

Como es habitual en este tipo de dependencias, posee un púlpito adosado al muro, (aunque  lo único que conserva del original es la consola) desde el cual uno de los canónigos hacía  lecturas del Evangelio mientras el resto comían. Un elemento que nos recuerda su origen  como comedor, es un pequeño hueco situado en el muro occidental, de arco de medio punto  con intradós trilobulado, que servía para comunicar directamente la cocina con el refectorio y  poder así pasar los alimentos de un lado a otro
Sobre la pared del fondo se encontraba una magnífica pintura mural del siglo XIV que  actualmente se conserva en el Museo de Navarra y que representa escenas del Calvario de  Cristo, acompañadas de una interesante representación heráldica. Este mismo motivo  heráldiconota se repite en las claves y los escudos de los nervios de la bóveda, aunque no  en todos, ya que se alternan con otras claves de motivos religiosos.

Todas ellas están ricamente policromadas, así como los capiteles. Con la desaparición de la  vida monacal en la catedral, este edificio perdió su funcionalidad y tras unas reformas en el  siglo XIX, pasó a convertirse en capilla. Actualmente recoge parte de las piezas del Museo  Diocesano. Cocina Adosada al muro occidental del refectorio, se encuentra, como era  costumbre, la cocina. Es de excepcional belleza y uno de los tres ejemplos supervivientes de  este tipo de edificaciones en toda Europa. 
Está formada por dos estancias, la antecocina, de una anchura que corresponde al primer  tramo del refectorio, de planta rectangular y cubierta de madera, y por la propia cocina, que  tiene una longitud equivalente al segundo y tercer tramo del refectorio. Su cubierta es el  elemento más singular de esta construcción. Sirve al mismo tiempo de cubierta y chimenea y  está formada por una bóveda troncopiramidal, de ocho paños sustentados por trompas.

Parte de los elementos propios de esta estructura cambian de disposición, para poder  acometer la función de chimenea, como la
Una de las piezas más importantes del conjunto catedralicio es el sepulcro de Carlos III el  Noble y Leonor de Trastámara. Este monumento funerario, está considerado como una obra  maestra del la escultura funeraria de principios del siglo XV. Situado en el centro del segundo  tramo de la nave central, presenta forma de lecho sepulcral exento con unas dimensiones de  2,73 metros de largo, 2,12 de ancho y 1,08 de alto. Sobre él, se encuentran las figuras  yacentes de los reyes bajo grandes doseles de fina tracería calada, todo ello en alabastro. Los  frentes de la cama sepulcral, están cubiertos con 28 figuras de plorantes, cada uno bajo  pequeños doseles y separados por columnillas y rematados por pináculos, que a su vez se  encuentran sobre un pequeño zócalo.

La cama está realizada en mármol oscuro y las figuras tanto de plorantes como de los reyes,  así como las arquitecturas, en alabastro. Los doseles de los plorantes se encuentran  primorosamente tallados. Compuestos por dos alturas, la inferior presenta una bovedilla de  cuatro nervios convergentes. La superior, simula una habitación con dos ventanales  ajimezados en cada cara y separados por grandes florones del remate de los arcos. Cada  dosel termina en una superficie plana con un borde de talla floral de gran preciosismo. Las  figurillas se alzan sobre ménsulas, adornadas con flora, monstruos, escenas de caza y  atlantes. Las estatuas miden entre 0,48 y 0,55 metros.

Son de desigual factura por lo que se cree que salieron de la mano de más de un artista.  Representan únicamente a hombres de diferentes estatus, clérigos, obispos, ciudadanos…  Están finamente trabajados, acompañados de diferentes objetos en los que se repite en gran  medida el Libro de las Horas. Están vestidos a la moda y sus ropajes trabajados con un gran  realismo. La disposición actual es diferente a la original, debido a los traslados a los diferentes  emplazamientos que ha tenido el sepulcro, aunque por una cita antigua en la que describe su  posición, advertimos que las figuras van emparejadas y que ambas, se muestran de forma  contrapuesta en cuanto a su postura, lo que abundaría en esa idea de parejas, cerrando en si  mismas la composición.
creación de huecos para que pueda salir el humo.  Al exterior se nos presenta como un volumen prismático coronado por una pirámide de ocho  caras, rematada por una linterna que hace las veces de chimenea, rematada por un cono de  ocho caras. Asimismo, otras cuatro linternas (estas de sección cuadrada), rematan las cuatro  esquinas de la edificación. La altura total que alcanza esta edificación es superior a la de la  nave central de la iglesia (por tanto mayor a los 25 metros)
En los grandes doseletes sobre los monarcas, es donde observamos el máximo preciosismo  con el que fue tallada la obra, en su enredado conjunto de tracerías, pináculos y arbotantes.  Representa una cobertura de un templo gótico que constara de tres cuerpos octogonales,  más dos pequeños trapezoidales, con sus bóvedas nervadas rematadas con claves florales.

El segundo piso está totalmente vaciado, dejando ver así el detalle de los ventanales con sus  maineles y complicadas y diferentes tracerías, todas ellas adornadas al exterior con los  arbotantes rematados por pináculos. Los reyes están recostados sobre grandes cojines que  aún mantienen parte de la policromía y dorados originales. Muestran una actitud serena, con  los ojos abiertos, sus rasgos les representan en la plenitud de su vida, pero sin perder un  ápice de realismo.

El rey está representado como un hombre maduro, de gran nariz, pequeños labios, con un  rostro bondadoso en el que no faltan las arrugas, y en el que vemos también los músculos  como los del cuello. Las manos juntas sobre el pecho en posición orante, robustas y a la vez  delicadas, en las que observamos un asombroso trabajo de las arrugas y las venas que las  recorren, confiriéndoles un realismo nada común. Viste una estameña lisa con una  sobretúnica ricamente decorada en su borde con una cenefa de flores de lis realizada en  bronce.

Sobre ello, la capa. Anudada en el hombro derecho, recogida con el brazo izquierdo,  doblada toda ella con gran realismo y también con una orla que antiguamente estaba  decorada con perlas. A sus pies, encontramos un león, símbolo de fortaleza y poder, y por  tanto, asociado a los monarcas. La reina aparece con una leve sonrisa en su joven y  redondeado rostro. En la misma posición que el rey, es de rasgos más delicados y finos.  Vestida con una túnica primorosamente ondulada sobre los pies, y sobre ella una pieza a  modo de chaleco con un cordón de bronce ricamente tallado, al igual que la pieza que  recoge su cabellera.
Al cobijo de los pliegues del final de la túnica se encuentran dos lebreles. Los perros,  símbolos de fidelidad, vendrían a representar la subyugación de la reina consorte ante el  verdadero monarca. Ambos están coronados con sendas coronas abiertas, con 16 florones (la  mitad de ellos de mayor tamaño que el resto), realizadas en bronce. Antiguamente estaban  decoradas con perlas donde hoy podemos ver los cabujones que las albergaban. Figuras  yacentes de los monarcas
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El conjunto estaba policromado. Aún posee parte de esa policromía que debía ser muy  suntuosa, pues sabemos entre otras cosas que partes de la cama fueron doradas con láminas  de oro. La cenefa de la sobretúnica y el cojín, conservan su policromía azul, así como el rojo  del capelo cardenalicio del plorante. Sobre el interior de los cojines quedan restos de una  cenefa de finos dibujos góticos y una inscripción. El sepulcro fue realizado por Jehan Lome  de Tournay entre 1413 y 1419, en vida del monarca, por lo que se puede asegurar que es un  retrato fiel del mismo. No así de la reina que falleció en 1416, por lo que no se tiene la certeza  de lo fidedigno del mismo.

A pesar de ello, con el monarca vivo y también toda la gente que le había rodeado en vida, es  de esperar que cuanto menos sea una aproximación realista a su imagen. Sobre los grandes  doseles y alrededor de la cama sepulcral se encuentra una inscripción. La del dosel del rey y  la cama, hace referencia a dicho monarca, y la del dosel de la reina, a ella misma. Ambos  debieron ser tallados con muchos años de diferencia a la creación del sepulcro, puesto que  albergan numerosos errores como confundir el número cardinal del rey (poniendo Karlos IIII  en vez de III), errando en las fechas de fallecimiento, etc. El sepulcro fue realizado por un  conjunto de mazoneros, llevando las obras Jehan Lome de Tournay. Como era costumbre  habitual, las partes más importantes y delicadas las tallaba un mazonero de mayor renombre,  y para la realización de partes estructurales, decoración, tallas de menor importancia, etc., se  contrataba a diferentes maestros que agilizaran así la realización de la obra.
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