"Cementerio de Alfocea - Zaragoza"
Fotos de Roxana Buho Blanco y Manu Genzor
En 1834 Alfocea, localidad de larga historia por su estratégica localización en el Ebro, se convierte en municipio. Pocos años después, en 1845, el geógrafo Pascual Madoz se refiere a esta pequeña villa, entonces de 68 almas, ofreciendo diversos datos sobre la localidad, el caserío y su población, explicando además que el "cementerio se encuentra en parageventilado que no puede dañar a la salud de la vecindad".

El hincapié que hace Madoz en sus excelentes condiciones de salubridad induce a pensar que ya obedecería a las nuevas normativas higienistas de finales del siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX, que prohibían los enterramientos dentro de los núcleos de población, y hasta entonces normalmente adosados a iglesias.

Nada sabemos de su camposanto hasta que cambia la situación jurídica administrativa de la villa que pasa en 1887 a ser barrio rural de Zaragoza. Poco después, a finales de 1890 el Gobierno Civil se dirige al Alcalde de Zaragoza, informándole del mal estado del Cementerio de este nuevo barrio que no reúne las condiciones exigidas en materia de sanidad e higiene por la legislación más reciente, instando al Ayuntamiento a la construcción de uno nuevo.
Pero ninguna resolución se tomó al respecto, archivándose el expediente en 1897. El estado  del Cementerio alfoceano no debió de mejorar con el paso de los años pues, a comienzos de  1913, el arquitecto municipal José de Yarza repara las tapias de cerramiento que según el  párroco, Victorino Satué, amenazaban con desplomarse. A finales del 1918, el mismo párroco  solicita que a la mayor brevedad posible, se hagan obras de reparación en el Depósito de  Cadáveres, que según dice, no reúne las mínimas condiciones para llevar allí a los difuntos.

Además, a causa de las fuertes lluvias, se habían desprendido las tapias en uno de los ángulos y, aunque por ese lado el Cementerio caía hacia una balsa y no era accesible para  las personas, si que lo era para animales que podrían causar daños en las tumbas al estar el  terreno totalmente reblandecido. Yarza hace la valoración de las obras que ascendía a 349,90  ptas pero el Ayuntamiento de Zaragoza decide que de la ejecución de las obras se encargue  una albañil del propio barrio. A pesar del pequeño vecindario del lugar, llega un momento en  el que se plantea la necesidad de ampliar el espacio para las inhumaciones y es el propio  alcalde pedáneo el que solicita la ampliación del Cementerio en febrero de 1934.
El arquitecto municipal Marcelo Carqué describe las obras necesarias, consistentes en la  construcción del cerramiento en la zona a ampliar, el derribo de la parte del frente viejo  donde está la puerta y el terraplenado de un pozo, todo ello con un presupuesto de 6.500  ptas. Sin embargo, a propuesta de la Sección de Gobernación, el Ayuntamiento desestimó la  petición del alcalde del barrio, porque no había partida presupuestaria, y además la  Corporación no percibía tributo alguno procedente de este Cementerio. Por ello, sería lógico  que fueran los propios vecinos los que las hicieran por su cuenta, como se había hecho en  algún otro barrio como el de Las Casetas donde ha sido la Junta Administradora del  Cementerio la que se ha encargado de ellas.

Los planos parcelarios de Galtier de 1971 reflejan que el Cementerio de Alfocea no ha sufrido  ninguna ampliación en superficie en los últimos 40 ó 50 años, consecuencia lógica de que en  la actualidad el barrio tiene la misma población que en 1970, es decir unos 180 habitantes  censados.

Aunque ningún dato documental nos confirma que la ampliación de 1934 se llevase a cabo, el  cambio de aparejo y materiales que se aprecia en la fábrica del cerramiento por el lado sur,  hacen pensar que sí se debió ejecutar, aunque no se demoliera el frente viejo, como se verá  más adelante. El Cementerio de Alfocea esta situado sobre un pequeño cerro el Oeste de la  población, frente a la iglesia parroquial pero en la margen izquierda del llamado Barranco de  los Lecheros y cerca ya de su desembocadura.
De titularidad municipal, tiene una superficie catastral de 1598 m2 con una planta irregular  trapezoidal. En su interior cuenta con manzanas de nichos de diversas épocas, numerosas  sepulturas en tierra y alguna capilla, sin ordenación de su espacio. El ingreso al recinto se  hace por la zona Norte por una sencilla puerta con cierre de verja junto a una construcción de  planta cuadrangular en ladrillo visto con cubierta a dos aguas de mediados del siglo XX,  destinada en origen seguramente a Deposito de Cadáveres. Pero sin duda el Cementerio de  este Barrio cuenta con una peculiaridad en su tapia o cerramiento que lo dota de un especial  interés histórico- artístico.

En las obras que se plantean en 1934 se hace referencia en concreto al derribo de la parte  del cerramiento del frente viejo, donde esta la puerta. Es obvio que las obras de ampliación  hacia el Sur, ejecutadas por los propios vecinos, se hicieron según se desprende del cambio  de fábrica en la tapia; pero no se ejecuto la demolición de esta parte vieja que es la que le da  singularidad a este Cementerio.

Ese frente viejo son los restos que quedan del que fuera castillo de Alfocea, pequeño recinto  fortificado de unos 7 u 8 metros de lado, edificado en sillares de yeso inicialmente y recrecido  posteriormente en tapial con encofrados de madera.

Esa fortaleza que estaría en la línea ofensiva que concluiría la conquista de Zaragoza en 1118,  pasaría en 1132 a la Orden del Temple, incrementándose el dominio de la Orden en la zona a  la muerte de Alfonso el Batallador. Tras la disolución del Temple en 1309, este enclave con  su fortaleza se convierte en lugar de señorío nobiliario. Pasados los siglos y perdida su  función defensiva, seguramente en los siglos XVII-XVIII la fortaleza se convertiría en ermita de  Santa Ana.

De una y otra queda un paño de muro con cinco contrafuertes, los dos de los extremos son  de ladrillo de construcción reciente y los otros tres de diferente altura están edificados en  yeso y es difícil precisar su cronología. Son precisamente estos restos de la zona Norte, en  cuyo interior se puede ver una estructura de bóveda apuntada y una pequeña hornacina de  cronología posterior, los que han sido declarados Bien de Interés Cultural por Orden de de 17  de abril de 2006 por la D.G.A. (BOA no 57 de 22-05-2006. (Véase ficha Catalográfica,  aprobada por el Consejo de Urbanismo de Aragón, de 19-07-2013).
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